El 4 de agosto nos levantamos con ganas. De modo que nos metimos en el coche y 11 horas y 28 minutos después salimos de él, a unos 1012.3 km de casa (según el diario de a bordo).
Por el camino, nada reseñable. Mucha música, muchas fotos estúpidas (mención especial a SuperTomate) y morriña al escuchar las chorradas que grabaron mis amigos en el mp3.
El lugar donde aterrizamos era el Camping Gran Sol, en La Seu d'Urgell. Montamos la tienda velozmente y más rápido aún nos quedamos fritos.
Hasta las 4 de la mañana, hora en la que, cual prostático jubilado, tuve que ir al mingitorium. El señor que estaba fregando los baños a tan intempestivas horas me miró incrédulo, y luego resignado. Supongo que por su culpa se nos caló la tienda en Viena diez días después.
El resto de la noche transcurrió sin contratiempos. Y dormí como un angelote gótico como se aprecia en la imagen.

Unas horas después nos despertamos descansados, dispuestos para afrontar una dura jornada en la que cruzaríamos 3 ó 4 fronteras. ¡Qué ilu!

Así que salimos de nuestras crisálidas y nos asomamos al mundo exterior. Mirad que salá mi hermanita, lo buena que parece. Y sí, a mí la cara se me quedó así el resto del viaje.

Preparamos un suculento desayuno (leche con galletas), que degustamos en el salón-comedor-maletero. Adoro esa jarra cervecil, utilísima para desayunos, comidas, meriendas, cenas, recenas, para lavarse los pies...
Al loro con la cantidad ingente de trastos que portamos. Hasta extintor (GI-JOE rules!!).

Recogimos los trastos (increíblemente todo volvía a caber en el maletero) y fuimos a ver Andorra. Sigo en otro post, no vaya a ser que se vaya la luz y tenga que colgar otra vez todas las fotos.
Para los economistas, el precio de esta etapa supuso unos 30€ de gasofa y 20€ por el camping (toneladas de pan incluídas).
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