martes, septiembre 06, 2005

Un despertar cojonudo

He tenido buenos amaneceres (hay gente ahí fuera que colabora activamente para que los tenga) pero el del 6 de agosto se lleva la palma.
Estoy cubierto hasta las orejas en mi cálido saco y noto que la claridad empieza ya a filtrarse por las telas de mi vaporosa conciencia, pero me resisto todavía a abrir los ojos. Me regodeo en el arrullo del mar (pollito coscón a tope), y unas gaviotas chillonas contribuyen todavía más al ambiente playero. Levanto por fin los párpados y las veo pasar planeando sobre el agua, doraditas sus plumas con el sol. Entre ellas veo con sorpresa varias golondrinas (mis niniaaas!) y correteando en la orilla, escapando de los lametones del mar, algún tipo de limícola desconocido.
Saco del saco (jisjis) los brazos y me estiro como mi gato me ha enseñado, bostezando y arrugando los dedos de los pies. Cuando vuelvo a cerrar la boca y se me despegan otra vez los párpados, veo a lo lejos un bulto negro que se acerca por la orilla. Usando el ojo bueno, distingo una figura femenina (tomaa!) que viene recogiendo conchas, usando el vuelo de la falda como recipiente.
La tentación de salir a darle los buenos días es fuerte, pero no es momento de salir en pelotas del saco (todavía no tengo tanto morro, hace dos días que salí de Badajoz, sigo tímido y retraído), y tampoco voy a ir dando saltos, así que me quedo en plan voyeur hasta que se marcha por donde ha venido.
La playa se vuelve a quedar desierta, sin contar las golondrinas. Ésta es la mía. Nando sale de su capullo (sutil juego de palabras) y cruza a la carrera la lengua de arena. Es todavía temprano, pero el agua está estupenda. Hay una enoooorme plataforma continental y tengo que nadar mucho para dejar de hacer pie... Vaya pedazo de playa, gentes.
Después de flotar a la deriva un ratillo vuelvo a tierra y como aquello sigue desierto, dejo que el sol me seque antes de ir a por algo de ropa (hay que vestirse antes de ir a despertar a Pilar, que me dijo Paco Zulú en su mensaje que a las hermanas hay que respetarlas).
Cuando llego al coche, esto es lo que me encuentro:


Tampoco se lo monta mal ella ¿verdad? De repente me entra envidia y voy corriendo a mi cama para que me haga otra foto a mí. A que mola.



Después del reportaje fotográfico, tomamos un desayuno pantagruélico (mi jarra veeerdeee) y nos reimos un rato apelotonando cosas en el coche. Como planeábamos buscar un camping cercano para que Lara se desincrustara las lentillas, ni siquiera nos molestamos en ordenar el maletero.



The zephyr song, las ventanas bajadas y una larguísima playa pasando a nuestro lado. La forma perfecta de empezar la siguiente etapa.

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