Pero deja de molar cuando sientes que te roban tus minutos... aaaaaarghh odio los atascos... Y el que pillamos antes de llegar a Sête fue de órdago.

En cualquier caso , había que afrontarlo con estoicismo, sin olvidar en ningún momento que seguía a los mandos de una máquina potente y peligrosa y que cualquier despiste podía resultar fatal. De modo que seguí profundamente concentrado, atendiendo a la conducción.

La vida transcurría indolente en nuestro cómodo habitáculo. Terminaba de afeitarme cuando Lara me dio la peor noticia del día. Fernan, a Sête se va en sentido contrario al que vamos...

Afortunadamente, ni siquiera ese pequeño inconveniente evitó que consiguiéramos nuestro objetivo, y pocas eras geológicas después llegamos a los primeros campings de la Costa Azul. Luego fuimos alcanzando los segundos, los terceros, los últimos... y en todos ellos la misma respuesta: Completo.
Total, que la alternativa estaba clara. Como dicen por allí, la noche la íbamos a pasar à la belle étoile.

Y parece que no sólo nosotros tuvimos esa idea:

Después del primer baño del viaje nos maqueamos, pedimos mesa en Ca' Laror, y nos pimplamos unos macarrones bolognesa ricos ricos y con fundamento.

Tras la cena, nos peleamos con los trastos del maletero para hacerle una cama decente a Pilar en el coche, y yo escogí un confortable trozo de playa junto a unas rocas. Por favor, que alguien apague esa Vía Láctea, que no me deja dormir...
La temperatura era perfecta, mi colchón, comodísimo, y, a pesar de las luces del techo (con estrellas fugaces y toda la parafernalia galáctica, precioso, oyes) no tardé en quedarme frito.
A eso de las ni-se-sabe y media (sólo sé que la Vía Láctea estaba sensiblemente más escorada de babor) me vi arrancado involuntariamente de cierto sueño interesantísimo. Un par de franceses y una nevera pasaban por allí estrepitosamente, sin dar señales de haberme visto. Uno de ellos se acercó a mis rocas - por favor, querido Dios, no permitas que este sucio francés orine sobre mí- y tropezó con una de las cuatro esquinitas de mi cama. ¡Seguía sin verme!
Se inclinó y comenzó a tirar del colchón (supongo que creería que era parte de los restos de un naufragio) y me vi obligado a delatar mi presencia con un sonoro "Deja eso, coño!" (imaginadme ahí tirado en una playa solitaria, en pelotas dentro de un saco... tenía que intentar parecer peligroso... o algo... ¿no?).
Del salto que pegó el tío por poco coloca otra vez la Vía Lechosa esa de un cabezazo. Encendí la frontal, dejándole ciego, y pude tranquilizarme algo, al ver un chaval de pinta bastante inofensiva murmurando disculpas?? en francés. Cuando se me diluyó un poco la adrenalina (estos despertares estresan a cualquiera), bajé la linterna y contesté con varios "sé bon, sé bon" a las supuestas disculpas. Intentamos comunicarnos infructuosamente, hasta que terminó por pedirle ayuda a su compadre, que ya se acercaba a las rocas. Éste tampoco hablaba ningún idioma que yo conozca, pero más o menos pudimos entendernos. Por lo visto habían salido del camping de allende la carretera para tomar una cerveza en la playa, lo cual me pareció de perlas porque el suceso me había dejado la boca seca (qué valeroso que soy).
La cerveza se terminó y nuestra comunicación seguía siendo muy poco fluida(merci merci sé bon), por lo que no tardé en hacerles ver que pretendía seguir con mi interesante sueño por donde lo dejé (iluso de mí). Se fueron los franceses con su nevera y un ratillo después ya estaba otra vez en brazos de Morfeo. Pero sin interesante sueño.

En cualquier caso , había que afrontarlo con estoicismo, sin olvidar en ningún momento que seguía a los mandos de una máquina potente y peligrosa y que cualquier despiste podía resultar fatal. De modo que seguí profundamente concentrado, atendiendo a la conducción.

La vida transcurría indolente en nuestro cómodo habitáculo. Terminaba de afeitarme cuando Lara me dio la peor noticia del día. Fernan, a Sête se va en sentido contrario al que vamos...

Afortunadamente, ni siquiera ese pequeño inconveniente evitó que consiguiéramos nuestro objetivo, y pocas eras geológicas después llegamos a los primeros campings de la Costa Azul. Luego fuimos alcanzando los segundos, los terceros, los últimos... y en todos ellos la misma respuesta: Completo.
Total, que la alternativa estaba clara. Como dicen por allí, la noche la íbamos a pasar à la belle étoile.

Y parece que no sólo nosotros tuvimos esa idea:

Después del primer baño del viaje nos maqueamos, pedimos mesa en Ca' Laror, y nos pimplamos unos macarrones bolognesa ricos ricos y con fundamento.

Tras la cena, nos peleamos con los trastos del maletero para hacerle una cama decente a Pilar en el coche, y yo escogí un confortable trozo de playa junto a unas rocas. Por favor, que alguien apague esa Vía Láctea, que no me deja dormir...
La temperatura era perfecta, mi colchón, comodísimo, y, a pesar de las luces del techo (con estrellas fugaces y toda la parafernalia galáctica, precioso, oyes) no tardé en quedarme frito.
A eso de las ni-se-sabe y media (sólo sé que la Vía Láctea estaba sensiblemente más escorada de babor) me vi arrancado involuntariamente de cierto sueño interesantísimo. Un par de franceses y una nevera pasaban por allí estrepitosamente, sin dar señales de haberme visto. Uno de ellos se acercó a mis rocas - por favor, querido Dios, no permitas que este sucio francés orine sobre mí- y tropezó con una de las cuatro esquinitas de mi cama. ¡Seguía sin verme!
Se inclinó y comenzó a tirar del colchón (supongo que creería que era parte de los restos de un naufragio) y me vi obligado a delatar mi presencia con un sonoro "Deja eso, coño!" (imaginadme ahí tirado en una playa solitaria, en pelotas dentro de un saco... tenía que intentar parecer peligroso... o algo... ¿no?).
Del salto que pegó el tío por poco coloca otra vez la Vía Lechosa esa de un cabezazo. Encendí la frontal, dejándole ciego, y pude tranquilizarme algo, al ver un chaval de pinta bastante inofensiva murmurando disculpas?? en francés. Cuando se me diluyó un poco la adrenalina (estos despertares estresan a cualquiera), bajé la linterna y contesté con varios "sé bon, sé bon" a las supuestas disculpas. Intentamos comunicarnos infructuosamente, hasta que terminó por pedirle ayuda a su compadre, que ya se acercaba a las rocas. Éste tampoco hablaba ningún idioma que yo conozca, pero más o menos pudimos entendernos. Por lo visto habían salido del camping de allende la carretera para tomar una cerveza en la playa, lo cual me pareció de perlas porque el suceso me había dejado la boca seca (qué valeroso que soy).
La cerveza se terminó y nuestra comunicación seguía siendo muy poco fluida(merci merci sé bon), por lo que no tardé en hacerles ver que pretendía seguir con mi interesante sueño por donde lo dejé (iluso de mí). Se fueron los franceses con su nevera y un ratillo después ya estaba otra vez en brazos de Morfeo. Pero sin interesante sueño.
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