viernes, septiembre 09, 2005

El traicionero paso de Caradhras.

Descartamos (nos descartaron) en cinco campings más antes de encontrar uno con plazas libres. Aunque lo de "plazas libres" era bastante discutible. También fue bastante discutible y sospechosa la fianza de 20 euros que tuvimos que dejar en recepción, pero eran ya las 5 de la tarde y yo sólo tenía ganas de quemar el coche, tirar la tienda y bañarme. Y Pilar tenía ganas de vomitar.
Seleccionamos con resignación uno de los polvorientos nichos sin ocupar y, mientras Lara agonizaba en los igualmente polvorientos baños, me dediqué a doblar piquetas a base de martillazos.
Tras una hora de arduos esfuerzos, la tienda mostraba una cierta aunque precaria verticalidad, unida mínimamente al pedregoso suelo por la puntita de las piquetas (que es donde está el veneno).Me levanté del dusty ground, miré el caos del maletero y pensé:
"Qué leches, ya comeremos otro día".
Dejé caer el martillo y arrastré los pies hasta los baños, donde recogí los restos de mi maltrecha hermanita, y juntos nos fuimos a buscar nuestra merecida piscina.

Y la encontramos.
Allí había más gente que en la guerra. A mí me recordaba a algo que había visto una vez en un documental de la 2. Pero bueno, al menos daba un poco menos de asco que las duchas...


Nos acercamos a la verja y un individuo en BERMUDAS me cerró el paso, indicandome que estaba prohibido entrar en la piscina con prendas holgadas. En Francia se marca paquete por decreto-ley. Incluso señalaba un cartel con un dibujito, el tío...

- Pero si está limpito, recién sacado de la mochila, por el amor de dos!- le dije, señalando mi pulquérrimo bañador.
- Non non se ne pa posibl...- argumentaba el gabacho, con el índice en los slips del monigote.

Estupendo. Pues paso de ir ahora a por los calzoncillos. Total, seguro que tampoco valen... Más imágenes acudiendo a mi mente indómita:


Atascos sempiternos, adelantamientos suicidas, misteriosas señales de tráfico, allanamientos nocturnos de colchón, suelo marmóreo donde no se clavan las piquetas, rebaños de ñúes e hipopótamos en las piscinas, ataviados con sucintos taparrabos... Me sentía como el protagonista de Un día de furia

- ¿Nos vamos a Suiza, Laror?
- Vale.

Supongo que, cuando me vio la jeta, el pollo de recepción no se atrevió a decirme nada de la fianza. Simplemente la depositó en mis peludas garras (había pasado a forma de crinos mientras desmontaba la tienda) y musitó un tímido "merci", para luego esconderse bajo el mostrador.
- Groarrrghg - me despedí yo amablemente.

La última sorpresa de nuestra agradable estancia en ese turístico emplazamiento fue la barrera que nos encontramos en la carretera, al salir de La Ciotat. De la máquina surgió, con la típica voz enlatada, un mensaje que venía a decir "Gracias por su visita, deposite un euro para salir". Estupendo.

Paramos en un Carrefour -cálidos y familiares refugios, faros que guían nuestro camino en la sección de mapas, nostalgia, recuerdo- donde compramos varias montañas de pan y devoramos sendas ensaladas en envase de plástico.
Después de estudiar distancias y carreteras en el aparcamiento, llegamos a la conclusión de que lo mejor era ir hasta Aix y a partir de allí, seguir nuestro mapa de antes del Cataclismo. Tarde o temprano llegaríamos a algún sitio.


Improvisación: el germen de la aventura, caldo de cultivo de interesantes anécdotas y divertidas bromas. El verdadero viaje comenzaba ahora.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

feeeerr... escribe que se me va a olvidar...un besino de tu compi viajera

Unknown dijo...

Ahí tienes, alimenta tu nostalgia, nutre tu memoria con mi prosa pedante...

Anónimo dijo...

que bobo, jeje, esque lo echo de menos!!...debería llamarse "querido hermano bobo"